El terraplanismo es una creencia sobre la forma de nuestro planeta que contradice la evidencia científica e implica la existencia de una gran conspiración que incluye a la NASA, al mundo académico, a los medios de comunicación, a los productores de cine, a Google, a la tecnología GPS, a las compañías de teléfonos móviles, a editores y autores de libros de texto y a cualquier otro medio que adopte el punto de vista aceptado de que la tierra es, en realidad, casi esférica.
La reacción de la inmensa mayoría de la gente educada ante su primer encuentro con un terraplanista es de estupor e incredulidad. Tras más de un año intercambiando mensajes con un terraplanista que forma parte de mi entorno personal, esta entrada es un intento de ir más allá y de extraer algunas enseñanzas del estrepitoso fracaso que supone que, en pleno siglo XXI, gente viajada, educada e inteligente pueda ser engañada de forma tan lamentable.
La primera lección extraída de las surrealistas discusiones con mi terraplanista es que la forma en la que nos enseñan que la tierra es una esfera no es diferente de la que se usaría para enseñar que la tierra es plana: como un dogma de fe. La tierra es esférica porque sí, o por las fotos desde el espacio. En el momento en el que un interlocutor terraplanista usa el comodín de la conspiración para refutar fotos y libros de texto y nos despoja de argumentos obtenidos por terceras personas, el arsenal disponible para refutar el terraplanismo se reduce. En el colegio no te enseñan a constatar por ti mismo la naturaleza esférica de la tierra, se limitan a inculcarte que esto es así. Por ello, haríamos bien en revisar la forma en la que abordamos estos temas, haciendo más énfasis en el método científico y menos en asegurarnos que los alumnos adoptan un punto de vista por el mero hecho de ser el aceptado por la comunidad. Como decía Sagan, "la ciencia es algo más que un cuerpo de conocimiento, es una forma de pensar".
El ejercicio cartesiano de rebatir a un terraplanista sin invocar ni argumentos de autoridad ni información obtenida por otros me ha obligado a aprender un montón de cosas. Por ejemplo, ¿cómo es posible que se pueda ver Mallorca desde algunos puntos elevados de la Costa Brava, algo geométricamente imposible si la luz se propaga en línea recta y aceptamos el modelo esférico convencional?. Resulta que, debido a la variación del índice de refracción asociada al cambio de la humedad del aíre con la altura, la atmósfera curva los rayos de luz, haciendo así visibles accidentes geográficos que estarían ocultos por la curvatura de la tierra. El fenómeno ocurre fundamentalmente encima de grandes superficies de agua. También he aprendido que desde un avión no se puede apreciar la curvatura de la tierra, y que las fotos a menudo curvan rectas y aplanan curvas. He aprendido tres formas de comprobar que la tierra es esférica, que quizá me anime a publicar en otra entrada.
Sin embargo, todo esto es anecdótico comparado con la terrible lección que nos enseñan los terraplanistas: existe una parte de la población que puede creer intensamente cualquier cosa, contra toda evidencia y contra lo que ellos llaman "el sistema". La capacidad de un terraplanista de eludir argumentos que desafían su visión para reafirmarse en convicciones propias es colosal.
Aunque tomado a la ligera esto del terraplanismo da para muchas risas, hay un aspecto muy inquietante que dejo para el final. El terraplanismo es la manifestación más llamativa del movimiento anti-ciencia y conspiranoico, que cuenta con la complicidad y el empuje de fanáticos religiosos y de destacados políticos populistas, y que supone un negocio para timadores sin escrúpulos que convierten en dinero, a través de youtube y otras redes sociales, las visitas y descargas de sus seguidores y la venta de productos milagro. El terraplanismo no es únicamente una creencia sobre la forma de la tierra. Es, sobre todo, una creencia sobre la organización de la sociedad, según la cual una élite con un poder ilimitado y un plan perverso para crear un gobierno mundial, diezmar a la población y controlar a las masas. Es éste el marco mental en el que hay que situar al movimiento anti-ciencia en general, y al movimiento anti-vacunas en particular, mucho más numeroso que el terraplanista. No es necesario explicar el problema que el movimiento anti-vacunas puede suponer, ahora que la esperanza de volver a la vieja normalidad pasa por un programa de vacunación masiva contra la COVID19, suponiendo que se encuentre una vacuna eficaz.
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