Ayer, 22 de Abril, se celebraron en el mundo centenares de "marchas por la ciencia", incluída una en Madrid. La misión de este movimiento, nacido en Estados Unidos, es promover que investigación científica "defienda el bien común y que los líderes y responsables políticos promulguen políticas de interés público basadas en la evidencia (científica)" Creo que esta frase se entiende mejor con dos contraejemplos, extraidos de noticias locales en los últimos días. Esta semana han sido detenidos dos profesores en la Universidad de Baleares por "una estafa en la venta de un presunto medicamento contra el cancer", claramente en contra del "bien común". En la pasada legislatura el Ministerio del Interior concedió la Medalla de Oro al Mérito Policial a Nuestra señora María Santísima del Amor, decisión que difícilmente puede estar basada en evidencias cientíticas. El asunto que ha llegado estos días al Tribunal Supremo, que seguro que estará encantado de ocuparse de estas cosas, a falta de otras más importantes.
El movimiento March for Science surge en buena medida como reacción a la postura de incredulidad de Trump hacia el concepto de calentamiento global. Según Trump, este concepto fue creado por los chinos para reducir la competitividad de la industria norteamericana. Pensar que el calentamiento global es un cuento chino, literalmente, te concede la entrada al club de políticos con ideas extravagantes y peligrosas sobre desafíos globales, como aquel vicepresidente de Sudáfrica, que pensaba que una ducha después de tener relaciones sexuales con una persona infectada con el VIH reducía las posibilidades de contagio.
Aquí en España todo esto nos importa bien poco. La marcha en Madrid, que contaba en su cabecera con el presidente de la Confederación Española de Sociedades Científicas (COSCE), Nazario Martín, el presidente de la Real Sociedad Española de Física entre otros distinguidos colegas, recibió un tratamiento mediático raquítico, lo cual no me puede sorprender menos y disgustar más. En el telediario de RTVE de las 15h, la noticia fue emitida a las 15:35, después de no menos de 20 noticias, justo despúes de una sobre unos perros en mal estado en San Sebastian de los Reyes. En la edición digital de El País, a las 18:40 del sábado, la noticia aparecía enterrada al fondo, debajo de más de 40 entradas, incluida una sobre unas monjas que cultivan marihuana, y otra noticia sobre la nueva moda de practicar Yoga bebiendo cerveza.
Esta patética visibilidad de la ciencia en los medios es un reflejo fiel de lo que le importa la Ciencia a la gente en España. Y precísamente porque a la gente le interesa más el yoga con cerveza, o el resultado del Sevilla-Granada (2-0), que la ciencia, los científicos, y nuestras relaciones con los políticos, el gobierno puede volver a recortar el presupuesto del CSIC y del Carlos III, e irse de rositas sin recibir una sanción social, léase, reducción de expectativas electorales. Además de lamentar la falta de sensibilidad científica de la mayoría de la gente, y la falta de escrúpulos y de visión de futuro de nuestros políticos, los científicos deberíamos plantearnos qué podemos hacer para revertir esta situación. ¿Qué podemos hacer los científicos para que a la gente le importe la Ciencia?. ¿En qué medida la situación es culpa nuestra?.
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