domingo, 8 de diciembre de 2019

Sí hay futuro

Hace unas semanas escuché decir a un estudiante de instituto entrevistado en televisión,  participando en una huelga estudiantil, que la humanidad no tenía futuro  y que por tanto no tenía sentido ir a clase,  ya que allí les preparan para un futuro que no existe.  La idea de que no hay futuro  es muy  peligrosa.  La sociedad funciona bajo la premisa de que hay un futuro.   Es por eso que la gente tiene hijos y los educa,   los agricultores siembran la tierra,  los bancos prestan dinero a 30 años  y los estados  emiten deuda para hacer inversiones.

Hasta donde se remonta mi memoria, siempre ha flotado en el ambiente la amenaza de un Apocalipsis inminente.  En los 80 crecí con los misiles nuclear de la Unión Soviética apuntando a Madrid. Recuerdo que le pedí  a  mi padre que nos fuéramos a vivir a Australia, que de alguna forma estaba menos expuesta a una guerra nuclear global. Cuando terminó la guerra fría, se comenzó a hablar del agujero de la capa de ozono, y luego del efecto 2000.  Aquellos miedos fueron remplazados por otros, como el fin del petróleo,  que Michael Moore fijaba muy convincentemente para la década que ahora termina.   Recuerdo que, allá por 2004,  descarté  aquel pronóstico apocalíptico con el argumento definitivo de que si el Banco de Santander me estaba vendiendo una hipoteca a 30 años es porque tenían claro que la civilización no iba a colapsar antes de que se la pagase.

La nueva urgencia apocalíptica es el cambio climático. Valencia estará inundada en 2100,  el océano se queda sin oxígeno, tendremos episodios de clima extremo, sequías, huracanes e inundaciones.  Nada que no estuviera descrito en la biblia hace dos mil años, cambiando Valencia por Egipto.   Además, los portavoces de este nuevo fin del mundo se dirigen a cualquiera que pueda mostrar escepticismo  en términos parecidos a los que los fanáticos de la biblia lo hacían cuando  tenían un poder que  afortunadamente han perdido.  Al igual que aquellos, estos exigen adhesión inquebrantable a los dogmas, demandan la eliminación del pensamiento crítico  y piden sacrificios. 

A estas alturas del post  es probable que usted lector esté alarmado por el tono de estas líneas, pensando que soy otro chalado negacionista pro-Trump o algo así.   No estoy negando el cambio climático, simplemente estoy proporcionando un contexto y una perspectiva. El contexto es que la cultura occidental vive bajo el síndrome del fin del mundo, quizá por sus raíces cristianas, quizá porque es una expresión colectiva del miedo que todos tenemos como individuos a la muerte.  La perspectiva es que, si no se fue el mundo al garete cuando el mismo aparato político decadente que gestionó Chernobyl   tenía en su poder un arsenal nuclear preparado para destruir el mundo, es poco probable que la subida del nivel del mar, el fin del petróleo y la contaminación  acaben con nosotros.

Yo también estoy contra los negacionismos.   Sería poco inteligente negar el impacto medio ambiental que genera nuestra civilización. Sería igualmente estúpido negar que las soluciones vienen y  vendrán de la tecnología,  y que la propuesta más o menos velada  de algunos extremistas de volver al paleolítico implica una reducción de la población para lo que no se divisan voluntarios. ¿Alguien duda de que, cuando haga falta, desarrollaremos la energía nuclear de fusión, que es prácticamente ilimitada y con impacto ambiental nulo?.  Con energía ilimitada, ¿alguien duda de que podremos fijar el CO2 de la atmósfera, igual que lo hacemos con el N2?  Con los desarrollos en genética, ¿no podremos devolver a la vida a especies extinguidas?.    ¿No podremos extraer minerales de la Luna y de Marte, o incluso desarrollar colonias allí?

Tengo para mí que sí hay futuro, que será brillante, y que todo el jaleo apocalíptico y agorero tiene motivaciones económicas y  políticas obvias,  patrocinado por empresas que saldrán ganando, en detrimento de otras,  claro.  Pero si el lector no se fía de mi palabra,  y cree que estamos abocados al colapso,  que se acerque a un banco a preguntar si siguen dando hipotecas a 30 años.